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Mostrando entradas de junio, 2019

Amor y anarquía/ Martín Caparrós

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Fragmento de la biografía novelada de Soledad Rosas (1974-1998), la joven argentina de clase alta que fue condenada en Italia bajo cargos de terrorismo por delitos cometidos antes de su llegada a la península “(…) El humor policial siempre es involuntario: sus informes meticulosos informan, entre otras cosas, que se ve que sus tres perseguidos, “por cómo se expresan, tienen la obsesión de que los siguen y los escuchan”- decían los que los seguían y los escuchaban. Silvano, de hecho, insistía a menudo en su certeza de que tenía un micrófono en el coche. Y, sin embargo, nunca tomaron la decisión más simple que tomaría, en esas circunstancias, cualquier grupo medianamente organizado: dejar ese auto y conseguir otro. La noche de la boda Soledad y Edoardo no tuvieron una noche de bodas. O eso imagina la Policía: sus escuchas los sitúan a eso de las 11 en el Volkswagen Polo junto con Silvano en plena cháchara. EDoardo se quejaba de su inactividad: -Ideas hay. Pero estamos demasia...

El lado salvaje

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La novela “El señor de las moscas” de William Golding (DISPONIBLE EN LA BIBLIOTECA) plantea, con una trama simple, profundas reflexiones sobre el fin de la inocencia y la organización social Por Andrés Castañon   Mucho antes de “Lost”, en la posguerra de los `50, William Golding sorprendió con su obra más reconocida: “El señor de las moscas” (“Lord of the flies”). Un avión cae en una isla desierta y un grupo de 30 niños sobrevivientes se enfrenta a una bestia desconocida que habita el lugar. Este clásico de la literatura de ese período posterior a la II Guerra Mundial alude desde su título a la maldad humana, representada por Belcebú, deidad filistea y posteriormente incluido en la iconografía cristiana, que es conocido por este nombre de Señor de las Moscas. A lo largo de toda su novela, Golding explora dos temas en particular: la civilización contra la barbarie y la pérdida de la inocencia infantil. Al tratarse de una alegoría sobre la naturaleza humana, ca...

Los gavilanes no comparten nada/ Ernest Hemingway

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  Nosotros pasamos el verano en España, donde empecé una novela, y terminé el borrador al volver a París, en setiembre. Scott y Zelda fueron al Cap d’Antibes, y cuando lo volví a ver en otoño en París, él estaba muy cambiado. La Riviera no había servido para liberarlo del alcohol, y ahora andaba borracho todo el día. Le importaba un carajo que los demás estuvieran trabajando, y se nos aparecía en el 113 de la rue Notre-Dame-des-Champs, borracho, a cualquier hora del día o de la noche. Se había acostumbrado a tratar con mucha grosería a sus inferiores o a cualquier persona que él considerara como inferior. Una vez llegó a la serrería con su hija, porque el ama inglesa tenía el día libre y él tenia que cuidar a la niña. Cuando empezaban a subir la escalera la niña le pidió para ir al retrete. Scott empezó a desvestirla ahí mismo, y entonces el propietario, que vivía en la planta baja, se asomó y le dijo: -Señor, hay una  cabinet de toilette  frente a usted, a la...